Sylvia Plath

I didn’t want any flowers, I only wanted To lie with my hands turned up and be utterly empty. How free it is, you have no idea how free— The peacefulness is so big it dazes you, And it asks nothing, a name tag, a few trinkets.

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🌸 En febrero, en #elclubdelatribu, leímos ‘La campana de cristal’, de Sylvia Plath. “Detrás del mito de Plath hay mucha Sylvia”, dijo @Carmengdelacueva, y me picó la curiosidad y me hice con sus diarios, las cartas a su madre y varias antologías de poemas.

Teniendo presente la pena por su trágico final —ese mito, “un puto accidente”, dijo una compañera del club—, en su diario y, sobre todo, en sus cartas, aparece una Sylvia —mucha Sylvia— lúcida, alegre, optimista, rebosante de confianza, capaz de sentir amor por la vida y por todo aquello que pueda convertirse en materia prima para escribir.

Es cierto que entre sus palabras retumban el vacío, la soledad, la autoexigencia, el perfeccionismo y la dificultad de encontrar el equilibrio, pero existen con fuerza la alegría, la plenitud, la amistad: “Yo existo, eso basta”, escribe.

Me quedo con la Sylvia receptiva a la belleza, que apuesta por la intensidad de vivir, que logra ser feliz cuando, como cuenta en los diarios, extrae de su vida una parte de sufrimiento y belleza y la transforma en palabras mecanografiadas en papel. La Sylvia que define la vida como trabajo y alegría y que no cede jamás en el empeño de ser una misma. 🌸